En la tumba de Shelley

Shelley acogió con lágrimas

el eco de su joven amigo Keats

con el rostro cubierto de agua.

Él no sabía que

al poco tiempo una tempestad ilícita

le abriría las puertas

a un silencioso sueño.

Hoy hace un día lluvioso

en el cementerio,

como en 1822 en los mares

de la Toscana. Náufrago

de esta costa en la que,

desde una colina de mármol,

escribo, acudió al funeral

de su amigo sin conocer

que su corazón sería arrancado

de su Inglaterra y pertenecería

a los que siempre te saludamos en Roma,

como Adonáis que esperan,

bajo la sombra de un ciprés,

el bello martirio de tus huesos

hechos ceniza.

Mientras nosotros te escuchamos,

somos dignos recibidores

de tu mortalidad.

¡Tú, que tanto codiciaste

la muerte,

ahora deseas la vida!

E.

Mañana de lluvia torrencial en el cementerio protestante de Roma (Italia). 27 marzo 2024.

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